inTerioriza
En el mandato de Cristo «ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente» (Luc. 10: 27), tenemos una vislumbre tanto de la naturaleza de Dios como de la naturaleza de la humanidad. Implícito en este mandato están:
nuestra capacidad de amar, y
la capacidad de Dios de ser amado de esta manera.
Este texto nos permite tener una comprensión más completa de lo que significa: «Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó» (Gén. 1: 26-27).
El hecho de que hemos sido creados a imago Dei (es decir, a imagen de Dios) significa que hemos sido creados
con corazón,
con alma,
con fuerza y
con mente.
Ser creados a imago Dei (a imagen de Dios) significa que hemos sido creados con facultades
emocionales,
espirituales,
físicas y
mentales.
También sugiere que estos atributos son los que nos conectan a la semejanza de Dios, pues Dios también es un ser emocional, espiritual, físico y mental.
Cuando Dios creó a la raza humana, la creó a su semejanza. Además, la creó con la capacidad de crecer aún más a su semejanza. Esto es algo que difícilmente podemos comprender, pues Adán y Eva eran perfectos cuando salieron de la mano del Creador. Eran seres físicos, espirituales, emocionales y mentales perfectos. Sin embargo, Dios se propuso que cuanto más vivieran, más perfectos se volverían. Dios les dio la facultad de desarrollarse, tanto en capacidad como en vigor. Adán y Eva no solo pudieron recibir una gran cantidad de bendiciones físicas, mentales y espirituales, sino que también pudieron aceptar cualidades aún mejores de estas bendiciones .
La narrativa de la creación sugiere que si la primera pareja de la historia se hubiera mantenido fiel a Dios, no hubiera perdido su capacidad de crecer en todos los aspectos, lo cual les habría dado el privilegio de descubrir nuevas y mejores revelaciones sobre la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Además, en estos descubrimientos, la sagrada pareja habría aumentado en conocimiento y felicidad. ::; Al pedirle a la humanidad que reflejara su imagen, Dios le dio un objetivo de alcance eterno. Además, al hacerlos a su propia imagen, los capacitó para lograr este objetivo. Los seres humanos perfectos no podrían haber recibido una meta más grande y satisfactoria que reflejar la asombrosa imagen de un Dios que es perfecto en sabiduría, Vl poder y amor.
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